sábado, 7 de marzo de 2015

Brindo.

Joder, cómo pasa el tiempo. En diez días llevaré aquí seis meses. Joder. Ni me he enterado. Ya casi ha pasado el frío, ya casi es primavera. Pero miro atrás y me viene a la cabeza todo lo que he hecho, y al hacerlo, sonrío. Sí, sonrío, porque creo que no he podido aprovecharlo mejor, porque creo que he disfrutado como pocas veces antes había hecho, porque puedo decir que soy feliz.
Por ello brindo….
Por esos primeros meses de locura. Por esos primeros meses de conocer gente nueva, de papeleo, de acostumbrarse al caos más absoluto que reina en esta ciudad. Por esos treinta grados que nos recibieron y que hacían que fuéramos a bañarnos al puerto más cercano, a tirarnos desde las rocas para conseguir refrescarnos un poco. Por esas noches de fiesta en la que ibas a conocer gente, y acababas con los de siempre, a risas hasta tarde. Por esa cena de bienvenida donde conocimos a la gente que ahora nos acompañan a todas horas. Por esas excursiones organizadas para conocer la ciudad, el Vesubio, Vomero, Capodimonte. Por nuestro primer día en Pompeya. Por mis fines de semana en Roma. El fin de semana que fuimos todos a la capital. Por esas visitas que quedaron atrás, y gracias a las cuales pude mostrar mis escasos conocimientos de la ciudad. Por las primeras impresiones. Por día en que te conocí. Y porque puedo perfectamente recordar nuestras primeras conversaciones. Y también las últimas.  
Atrás queda el día de Capri, Salerno, la primera de muchas subidas al Castillo de Sant Elmo, las fiestas en esa terraza, que con el buen tiempo espero que vuelvan. La primera pizza, y también la segunda, y así llegar a comer más pizzas que en mis veinte años de vida juntos. Por ese primer día en Nennella. Por esos días que fui a San Paolo a cantar los goles del Pipita. Por las fiestas sorpresa de cumpleaños, y por esa tarta que tan buena pinta tenía y que nadie pudo comer de lo mala que estaba. Por las pachangas de fútbol, que empezaron siendo semanales, y se quedaron en tres partidillos contados. Por ti, que viniste a verme. Por el fin de semana que me fui a Florencia. Por el Olimpico de Roma lleno de irlandeses el día del seis Naciones. Por cada una de las copas de más, de las cervezas en la plaza. Por esa botella de más, que dudamos en abrir.
Por ese inolvidable fin de semana en Atenas, con su yogur, su carne y sus manifestaciones. Por el Partenón, hasta por sus andamios. Por las vistas desde aquella colina a la que subimos en aquel taxi, con el precio tan bien regateado.
Por volver a casa por Navidad. Juraría que han sido mis mejores navidades en años. Por volver a la gente que dejamos aquí, y ver como nada ha cambiado. Por la familia, los amigos, y las cañas en el bar de siempre. Por los vermús hasta las seis de la tarde, llegar a casa, dormir media hora y volver a salir a la calle. Por la Nochevieja, inolvidable. Por el reencuentro. Por el memorial.
Por los tripletes, por las resacas homicidas, por hablar a gritos cuando estamos en habitaciones contiguas. Por el italiano, y también por el napolitano. Por el café, la baba, el limoncello o la sfogliatella. Por su tráfico, por sus calles, por sus motos, por su gente. Por el día en que te fuiste. Por el día en que otros vinieron, y me hicieron recordar todo aquello que ahora dejo escrito aquí, y que me hace ponerme a pensar.


Por todo eso brindo. Por todo eso que jamás olvidaré. Para lo que venga ya tendré tiempo, y ya me sorprenderá, espero. Y ya aprenderé. Ahora escribo esto para recoger en un folio todo aquello que ahora me llena por dentro, y que sin duda alguna, me llevaré donde quiera que vaya. Me llevaré Nápoles, su gente, sus costumbres, mi Erasmus, mi gente, mis amigos. Mi ciudad. Mis brindis.