Joder, cómo pasa el tiempo. En
diez días llevaré aquí seis meses. Joder. Ni me he enterado. Ya casi ha pasado
el frío, ya casi es primavera. Pero miro atrás y me viene a la cabeza todo lo
que he hecho, y al hacerlo, sonrío. Sí, sonrío, porque creo que no he podido
aprovecharlo mejor, porque creo que he disfrutado como pocas veces antes había
hecho, porque puedo decir que soy feliz.
Por ello brindo….
Por esos primeros meses de
locura. Por esos primeros meses de conocer gente nueva, de papeleo, de
acostumbrarse al caos más absoluto que reina en esta ciudad. Por esos treinta
grados que nos recibieron y que hacían que fuéramos a bañarnos al puerto más
cercano, a tirarnos desde las rocas para conseguir refrescarnos un poco. Por
esas noches de fiesta en la que ibas a conocer gente, y acababas con los de
siempre, a risas hasta tarde. Por esa cena de bienvenida donde conocimos a la
gente que ahora nos acompañan a todas horas. Por esas excursiones organizadas
para conocer la ciudad, el Vesubio, Vomero, Capodimonte. Por nuestro primer día
en Pompeya. Por mis fines de semana en Roma. El fin de semana que fuimos todos
a la capital. Por esas visitas que quedaron atrás, y gracias a las cuales pude
mostrar mis escasos conocimientos de la ciudad. Por las primeras impresiones. Por
día en que te conocí. Y porque puedo perfectamente recordar nuestras primeras
conversaciones. Y también las últimas.
Atrás queda el día de Capri,
Salerno, la primera de muchas subidas al Castillo de Sant Elmo, las fiestas en
esa terraza, que con el buen tiempo espero que vuelvan. La primera pizza, y también
la segunda, y así llegar a comer más pizzas que en mis veinte años de vida
juntos. Por ese primer día en Nennella. Por esos días que fui a San Paolo a
cantar los goles del Pipita. Por las fiestas sorpresa de cumpleaños, y por esa
tarta que tan buena pinta tenía y que nadie pudo comer de lo mala que estaba.
Por las pachangas de fútbol, que empezaron siendo semanales, y se quedaron en
tres partidillos contados. Por ti, que viniste a verme. Por el fin de semana
que me fui a Florencia. Por el Olimpico de Roma lleno de irlandeses el día del
seis Naciones. Por cada una de las copas de más, de las cervezas en la plaza. Por
esa botella de más, que dudamos en abrir.
Por ese inolvidable fin de
semana en Atenas, con su yogur, su carne y sus manifestaciones. Por el
Partenón, hasta por sus andamios. Por las vistas desde aquella colina a la que
subimos en aquel taxi, con el precio tan bien regateado.
Por volver a casa por Navidad.
Juraría que han sido mis mejores navidades en años. Por volver a la gente que
dejamos aquí, y ver como nada ha cambiado. Por la familia, los amigos, y las
cañas en el bar de siempre. Por los vermús hasta las seis de la tarde, llegar a
casa, dormir media hora y volver a salir a la calle. Por la Nochevieja,
inolvidable. Por el reencuentro. Por el memorial.
Por los tripletes, por las
resacas homicidas, por hablar a gritos cuando estamos en habitaciones
contiguas. Por el italiano, y también por el napolitano. Por el café, la baba,
el limoncello o la sfogliatella. Por su tráfico, por sus calles, por sus motos,
por su gente. Por el día en que te fuiste. Por el día en que otros vinieron, y
me hicieron recordar todo aquello que ahora dejo escrito aquí, y que me hace
ponerme a pensar.
Por todo eso brindo. Por todo
eso que jamás olvidaré. Para lo que venga ya tendré tiempo, y ya me
sorprenderá, espero. Y ya aprenderé. Ahora escribo esto para recoger en un
folio todo aquello que ahora me llena por dentro, y que sin duda alguna, me
llevaré donde quiera que vaya. Me llevaré Nápoles, su gente, sus costumbres, mi
Erasmus, mi gente, mis amigos. Mi ciudad. Mis brindis.
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